Palabras para crear abundancia

Todos los días mentimos y no nos gusta aceptarlo. Pero, si somos honestos con nosotros mismos, es fácil observar que decimos mentiras chiquitas y grandes todos los días. Estas son, inclusive, parte del compacto social que no solo las promueve, sino que las acepta, al punto en que todos somos cómplices inconscientes del mar de mentiras que nos rodea.

Aprendemos a mentir desde niños como una estrategia para evadir el presente, para no enfrentar emociones incómodas o para justificar nuestras faltas o intereses mezquinos. Es una estrategia de sobrevivencia útil y eficaz a corto plazo.

A largo plazo, sin embargo, mentir tiene consecuencias. Todos conocemos las más obvias, como son la pérdida de confianza que generamos en nuestras relaciones. Mentir es un acto de negación de la realidad. Como tal, uno de sus efectos es cerrar las puertas a la abundancia.

Hay muchas otras secuelas que vienen con las mentiras. Una de estas es la pérdida de nuestro sentido de autenticidad. Esto es, porque más allá de mentir como parte del compacto social o estrategia que me saca de aprietos, es un acto de autosabotaje. Las mentiras nos carcomen de adentro hacia afuera, porque van alejándonos de nuestra autenticidad una mentira a la vez.

Nos equivocamos al creer que mentir es solo un intento por engañar a otros, es en realidad un acto de profundo autoengaño. Como practicantes de yoga, nos esforzamos todos los días por vivir de manera auténtica. Es decir, queremos dejar de pretender que somos lo que no somos. Queremos animar nuestras virtudes. Queremos abrazar nuestras debilidades, en vez de negarlas o suprimirlas. Ser auténtico es saber aceptar la realidad hoy, tal como es, en vez de vivir en mundos irreales de arrepentimientos del pasado o fantasías del futuro.

El yoga nos enseña que nuestras palabras nos transforman, tienen el poder de crear nuestra realidad y darnos una experiencia interna de abundancia. La totalidad de nuestro mundo interno ha sido tejido con palabras, primero con las de la madre y después con las nuestras. Así, nuestras palabras definen cómo se siente ser yo en mi propia experiencia.

Si nuestra madre, por ejemplo, nos dijo que no éramos dignos de ser amados cuando éramos niños, cargaremos ese dolor profundo de no sentirnos dignos de amor toda la vida, hasta que hagamos el trabajo profundo de aprender a integrarlo a nuestro ser. Las palabras y la comunicación pavimentan el camino para este trabajo.

El poder de las palabras sobre nuestra experiencia es igualmente eficaz al usarlas para comunicarnos con los demás. Las palabras auténticas proyectan fuerza, confianza, claridad y consciencia y tienen. el poder de crear mutualidad, unión y multiplicar fuerzas.

Al madurar como seres de luz, empezamos a darnos cuenta que no es necesario mentir, porque siempre tenemos la opción de dirigirnos con palabras de compasión, empatía, perdón y asertividad al dialogar, al expresar nuestros anhelos más profundos y, de ser necesario, al confrontar. Estas son las palabras que abren las puertas de la abundancia.

Los yoguis realizados proyectan sus palabras desde el corazón, con una destreza que desarma y penetra. Sus palabras emanan del alma, esa parte del ser que no necesita mentir porque no pertenece al tiempo y al espacio.

Ser auténtico es saber aceptar la realidad hoy, tal como es, en vez de vivir en mundos irreales de arrepentimientos del pasado o fantasías del futuro.

Este es al arte de la comunicación consciente. Lograrla nos exige unir e integrar las facetas conocidas y desconocidas de nuestro ser para permitir que nuestra comunicación sea valiente, clara y bondadosa. Solo así será auténtica… y daremos un paso para drenar el mar de mentiras que nos rodea.